Victoria Combalía: “A las mujeres nos hacen mucho menos caso profesionalmente”
Historiadora del arte y crítica de Arte. Victoria Combalía (Barcelona, 1952) atiende al teléfono amable. Suena cercana y, sobre todo, muy libre e independiente. “Ahora que estoy escribiendo mis memorias me doy cuenta de que mi opción de vida también fue bastante difícil, como las de las mujeres a las que he estudiado”, explica. De familia burguesa catalana, pronto decide que quiere ser dueña de su vida, así que abandona su casa familiar, se pone a trabajar y se olvida de su destino: casarse con un abogado o un ingeniero para ser ama de casa. “Vi clarísimamente que esa no podía ser yo”, apunta.
Es una de las mayores especialistas en surrealismo a nivel nacional e internacional, ha sido una de las últimas personas en charlar largo y tendido con Dora Maar, la fotógrafa que cambió el comunismo por el misticismo de la misa diaria cuando Picasso la abandonó. “Tenía unos celos totalmente fundados, ambos se conocieron en el 36 y sólo un año más tarde ya estaba teniendo affaires con otras artistas”, comenta.
La fotógrafa, que dejó constancia de cada una de las etapas de realización del ‘Guernica’ de Picasso a través de grandes imágenes, es una de las protagonistas de ‘Amazonas con pincel’ (SD edicions), un libro donde Combalía recoge las historias de más de una decena de mujeres artistas que han tenido vidas intensas y, incluso, desagradables como Camille Claudel, Georgia O’keeffe, Frida Kahlo o Maruja Mallo.
Eres biógrafa de la fotógrafa surrealista Dora Maar. De hecho, lo más fascinante de todo es que debiste ser de las últimas personas en hablar con ella. No me equivoco, ¿no?
No, no, así fue. En realidad, me hubiera gustado verla en persona, pero sólo logré hablar con ella por teléfono. Ella no veía a nadie, sólo a su portera y a un cura porque iba a misa cada día. Que pudiera hablar con ella largamente fue casi un especie de milagro.
¿Qué se siente al hablar con una persona como ella a la que tanto has estudiado? ¿Cómo se gestó aquello?
Un amigo mío, marchante de surrealismo, me dijo que había comprado unas fotos de Dora Maar y las había expuesto. Y le dije: “Pero, bueno, debe haber muerto ya”. Claro, es que todo el mundo pensábamos que ya había muerto, pero me dijo que no y que, además, vivía muy cerca de mi casa. Yo por entonces, el año 95, creo, vivía en París. Así que le dije que, por favor, me pusiera en contacto con ella, “¡dame el teléfono!”, le dije. Me entraron ya los nervios de pensar que podría verla, entrevistarla y hacer algo con ella, aunque nunca pensé que haría tantísimas cosas. Primero le escribí una carta muy educadamente, le dije que quería entrevistarla y llamarla. Ella me contestó que sí, claro, y así es como comenzó esta ruta de conversaciones que darían lugar a tantísimos trabajos sobre Dora Maar.
¿Nunca le insististe en ir a verla en persona?
Sí, claro. Le decía: “Pero, madame Maar, ¿por qué no voy a verla?”. Y ella siempre me decía: “No, no, que soy vieja y estoy enferma”. Tenía 87 años, pero era por coquetería. Ella había sido muy guapa, la amante de Picasso e, imagino, que no quería que la vieran con el cabello blanco y mayor.
Es curioso como Dora Maar tornó desde el comunismo más radical cuando militaba con los surrealistas de André Breton al catolicismo más férreo, ¿no?
Bueno, ella nunca fue comunista, ¡era todavía más a la izquierda que el Partido Comunista! (Reímos) ¡Imagínate! Seguramente era así por influencia de Bataille, que fue su amante. Cuando Picasso la abandona se refugia en la religión y en la pintura e inicia un intenso psicoanálisis con el prestigioso Jacques Lacan. De hecho, decían que fue el psiquiatra galo quien la llevó a la religión, pero no, no fue así porque ella misma me lo confirmó. “No, no, yo volví a la religión de mi infancia”, me dijo. Ella se hizo de misa diaria y, además, según me confirmó su círculo, se volvió más de derechas en cuanto a ideas políticas.
Al principio de ‘Amazonas con pincel’ hablas de la vida de las mujeres artistas y la discriminación que habían sufrido, así como también de tu propia experiencia como mujer dentro del arte. ¿Tú has sufrido o has sentido un trato diferente a lo largo de tu carrera por tu condición femenina?
Sí, completamente. Yo vengo de una familia burguesa tradicional, se esperaba de nosotras, ya que somos tres hermanas, que nos casáramos, pero comencé a estudiar la carrera de Filosofía y Letras, y terminé yéndome de mi casa en el año 72. Creo que fui bastante valiente, sobre todo, además, viniendo de un entorno tan burgués. Empecé a ganarme la vida, pues en los años 70 había trabajo, no como ahora, y toda la vida me he ganado yo el sustento.
Lo que sí que he notado es que a las mujeres nos hacen mucho menos caso profesionalmente, ¿sabes? En el arte hoy hay muchas mujeres, por suerte, pero en los años en los que yo comencé en la Asociación de Críticos de Arte sólo estábamos María Luisa Borrás y yo. Éramos siempre minoritarias en todo: en los jurados, en las conferencias, etc. Pero, además, notas que hay un poco de displicencia, es decir, que sabiendo lo mismo que los hombres o publicando lo mismo que ellos, creo que ellos, bien por su manera de pensar más competitiva o bien por su machismo ancestral, siempre sobresalen más, al menos en mi generación, aunque cuando era más joven no era consciente porque siempre fui tan activa que ¡ni lo pensaba!
¿Recuerdas tu primer trabajo?
Sí. Antes de irme de casa ya colaboraba con el diccionario Argos Vergara, pero me di cuenta rápido que si quería ganarme la vida con un sueldo fijo tenía que entrar en la docencia que, bueno, es interesante, pero me he pasado más de 30 años metida en la Facultad de Bellas Artes. ¡Pero no me quejo!
¿Al final tu familia terminó dando su brazo a torcer?
Bueno, cuando me veían en prensa, en televisión, pues sí, muy contentos, pero ahí ya tenía 40 años. Pero, claro, piensa que cuando me marcho de casa me voy a vivir con una pareja sin estar casada y ¡esto fue un escándalo total! Toda la vida he sido muy rebelde y mi familia con los años se fue acomodando a la situación. Un día, incluso, mi madre me pidió perdón y todo, que se lo agradezco, porque demostró que ella misma había sufrido una evolución ideológica y sociológica. Ahora todo el mundo se va a vivir con su novio o novia sin casarse, pero en el año 72… Sí, mi vida es un poco peliculera.
Siempre hay un diezmo que pagar cuando se defiende una opción de vida.
Sí, exacto. Desde el principio vi clarísimamente que quería ser libre, que mi destino no era casarme con un abogado y ser ama de casa. Lo veía claro, así que, bueno, pensé: “Tengo que ganarme la vida todos los días del mes”.
Al final, tu vida no dista tanto de las protagonistas del libro. Ellas artistas, tú crítica de arte.
No, no tanto. (Ríe) Cuando leía sobre sus vidas, me quedaba fascinada, pero, bueno, ahora que estoy escribiendo mis memorias me doy cuenta de que mi opción de vida también fue bastante difícil. Sin llegar, claro, a los dramatismos sufridos por estas mujeres en los años 30 donde, ya habrás leído, hay tres de ellas a las que las encierran o lo intentan.
Sí, claro. Leonora Carrington, Camille Claudel y Ángeles Santos, ¿no?
Sí, a Santos la meten en un psiquiátrico, pero por la influencia de sus amigos de la Generación del 27, que escriben un artículo, no la llegan a encerrar. Ella se casa, pero es una pena porque su estilo pictórico cambia por completo al casarse y comienza a pintar floreros, retratos, etc, es decir, lo que siempre se había dicho que era un arte femenino. Así vive el resto de su vida. Tenía una gran creatividad, muy surrealista, y de esa época sólo hay cinco o seis cuadros.
Hay otra cosa curiosa, además, con respecto a cómo se toma la sociedad a una mujer creativa y, quizá, un poco (o un mucho) excéntrica en sus maneras o sus creaciones, ¿no? Si se sale del tiesto social es una zumbada, si me permites la expresión, mientras que si un hombre lo hace puede ser tomado, incluso, por un tipo interesante. La historia de Camille Claudel es aterradora, por ejemplo.
Claro, hoy en día si hay una persona que es muy rebelde, que rompe todas sus esculturas con mucha violencia, no sé, pues le pueden poner en tratamiento si tiene algún problema de salud mental, pero, en general, no te encierran. Ha habido hombres artistas que han roto la mitad de su producción y nadie les ha metido en un psiquiátrico. Camille venía de una familia católica, muy conservadora, su hermano era Paul Claudel y, al hacer un consejo de familia, deciden internarla en un sanatorio mental hasta el final de su vida. Las cartas que se cruza con su hermano te parten el alma porque ella dice: “Pero, ¿qué hago yo aquí con estos locos cuando yo soy normal?”. Dejó de hacer esculturas y todo, claro, date cuenta.
Los futuristas, los surrealistas o la propia Generación del 27 en España son movimientos culturales en los que los hombres son, al menos presuntamente, progresistas, sin embargo, tratan a las mujeres de sus grupos de la peor manera. Por eso digo lo de presuntamente, claro.
En España tenemos el grupo de Dalí, Buñuel, Lorca y Maruja Mallo, pero siempre se ha citado sólo a los tres hombres hasta que hace unos años hemos estudiado a Mallo y, además, hemos visto que siempre estaba con ellos. ¿Por qué la obviaban? Porque era una mujer. Y luego, además, Buñuel era muy machista, date cuenta que a su mujer no la dejaba salir sola a la calle. Y, por otro lado, estaba también Rafael Alberti, que inició una larga relación con María Teresa León y que no explicó hasta los años 70 que había tenido un romance con Maruja Mallo, a pesar de tener poemas inspirados en ella. Digamos que las negaban, pero esto está cambiando en los últimos años y hay muchas publicaciones sobre mujeres.
Alberti ni cuenta lo de Mallo, ni tampoco se comenta que León acaba en una residencia porque está enferma de Alzhéimer mientras el poeta está con otras mujeres.
Eso es, pero esto que tú me comentas es una cosa bastante habitual en muchos hombres. Piensa en Dora Maar, por ejemplo. Picasso se enamora muchísimo de ella, pero al poquísimo tiempo de estar juntos comienza varios affaires con otras mujeres artistas casadas y no casadas. En el año 1937, Dora ya estaba desesperada por su infidelidad y ¡se conocen en el 36! Siempre tuvo celos, pero totalmente fundados, claro. Es cierto que Picasso era muy mujeriego, pero es que ¡todo estaba lleno de mujeriegos!
Incluso artistas que tuvieron líos amorosos con las hermanas de sus parejas… ¡Nivel Maribel!
Claro, habrás leído la historia de Georgia O’keeffe, la mujer del fotógrafo Alfred Stieglitz. Al principio la ayuda en todo, pero luego tiene un affaire con la hermana de O’keeffe, igual que Diego Rivera lo tuvo con la hermana de Frida Kahlo.
Oye, Victoria, pero para mujeriego número uno ¡Max Ernst! No deja ese señor títere con cabeza… ¡Menudo pájaro!
(Reímos)
Max Ernst estaba muy enamorado de Leonora Carrington. De hecho, durante la II Guerra Mundial ella intenta sacarlo de un campo de concentración mientras está en España, momento en el que le da un ataque de locura e intentan encerrarla en un psiquiátrico, aunque logra huir. Ernst lo que hace es conquistar a Peggy Guggenheim y lo hace, sencillamente, para poder salir de Europa y huir a América. Mientras todos los artistas iban hacinados en un barco, ellos dos iban en avión a EEUU porque Peggy era multimillonaria, pero jamás estuvo enamorado de ella. Al final, ya sabes, la abandonó y se fue con Dorothea Tanning.
Pero, a Leonora también la pudiste conocer con vida.
Sí, en México, una señora guapísima a sus 80 años. Me atreví a preguntarle si cuando vio a Max Ernst en Nueva York con Peggy no le había resultado doloroso, sobre todo, no sé, teniendo en cuenta el amor tan violento y apasionado que había sentido por él. Y me dijo: “Bueno, Peggy era buena gente y los tiempos cambian”. Me sorprendió, lo había superado, había pasado página y me dejó claro que Peggy no era ninguna arpía. Esta frase me pareció muy interesante.
Mucha gente pone a Frida Kahlo como un icono del feminismo, sin embargo, no paró de dejarse humillar por Diego Rivera y parecía poco independiente. ¿Cómo ves tú esto? ¿Qué opinas?
Es que ella es muy contradictoria y compleja. Además, ella misma se creó un icono de sí misma. Sus cuadros eran todos sobre ella y su dolor; pero, si lees sus escritos, la ves llena de alegría y con mucho sentido del humor. Debía ser una persona muy compleja, necesitaríamos horas y horas de discusión. Por un lado, se hacía mucho la víctima, pero, por el otro, también disfrutó de la vida, de hombres y de mujeres, porque era bisexual. Tuvo una vida compleja, eso es evidente.
Ahora hay una corriente que defiende que se haga una revisión de los temas clásicos de algunas obras de arte como ‘El rapto de Europa’ o ‘Susana y los viejos’, por poner dos ejemplos, porque no se deberían poner títulos tan asépticos sobre unas escena que representan un secuestro o una violación. ¿Cómo ves esta corriente?
Yo estoy en contra de cambiar esto porque, si lo hacemos, tendríamos que cambiar toda la historia de la humanidad. El rapto de Europa o el rapto de las Sabinas son historias convencionales, etc, son leyendas o son hechos históricos que han pasado. Así que, o bien le pones una explicación abajo en la cartela o bien la dejas. No puedes, de repente, cambiar todo, ya que la mayoría de los héroes han sido sanguinarios y han arrasado con pueblos enteros, han matado a gente, etc. ¿Vamos a quitarlos a todos? Se puede hacer una explicación con otro tono o elementos interpretativos, pero no cambiar los títulos, ni sacar las pinturas porque nos quedaríamos sin nada.
¿Cómo ves el feminismo hoy?
Formé parte de uno de los primeros grupos feministas en Barcelona en el año 72, éramos muy pocas, pero con 20 años nos parecía que hacíamos lo que teníamos que hacer que era explicar la vida, la sexualidad, los problemas de pareja o familia, etc. Digamos que todo lo que estaba prohibido y, afortunadamente, todo ha evolucionado muchísimo. El feminismo hoy en día está aceptado en el mundo occidental, no hablemos de África o Asia donde la mujer es sumisa, pero veo que aún tenemos muchas cosas que hacer porque los micromachismos están presentes en el día a día. Las mujeres deben incorporarse a más tareas de dirección, antes estaba en contra de las cuotas, pero ahora las veo necesarias para que las cosas cambien, siempre que las mujeres estén preparadas para ese cargo, por supuesto.
¿Tienes hijos?
Pues no, pero no por nada en especial, lo que pasa es que cuando era joven lo importante era mi carrera. Luego estuve algunos años sola y, bueno, siempre he pensado que los niños necesitan un padre y no veía a nadie que pudiera ser pareja y padre… Llegué a los 40 años, todo era complicado, y parece que estaba ya como al final de todo para tener niños, así que no tuve hijos. Me encantan los niños, pero no me arrepiento porque fue una opción mía, nadie me obligó a nada.
¿De qué estás más orgullosa?
De mi carrera profesional, me ha costado mucho, pero no me puedo quejar. También he dirigido cosas muy interesantes, fui asesora de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid, etc. No he dirigido más cosas porque no he querido, siempre he preferido escribir. Estoy contenta de lo que he escrito, pero aún tengo que escribir más y creo que mis memorias pueden ser muy interesantes para que las chicas más jóvenes que yo vean lo complicado que era ser independiente en aquellos años.